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Homo Naledi |
Hoy se han publicado los
datos más completos de esa excavación, realizada en la cuevaRising Star,
a unos 50 kilómetros de Johannesburgo (Sudáfrica). Los
resultados destapan la existencia de una sima con más de 1.500 fósiles
humanos entre los que hay al menos 15 individuos. Los
autores aseguran que son una nueva especie dentro de nuestro género que
han bautizado como Homo naledi. Naledi quiere decir
estrella en sesotho, una lengua local.
Los descubridores creen que
aquellos homínidos fueron depositados allí por sus congéneres, lo que supondría
un inesperado comportamiento funerario nunca observado en
humanos tan primitivos. Todos los restos se conocen gracias al trabajo de un equipo
íntegramente femenino que fue capaz de colarse en la estrecha cámara
durante dos expediciones. El conjunto es el yacimiento de fósiles humanos
concentrados en un solo lugar más grande de todo África y uno de los mayores
del mundo, según sus descubridores.
Probablemente lo más
apasionante del hallazgo son las preguntas que deja sin responder. Los
descubridores dicen no haber conseguido datar los fósiles ni saben cómo
llegaron hasta allí todos esos cadáveres. Para llegar hasta la cámara en la
que se hallaron hay que recorrer unos 80 metros de cueva, trepar una pared y
escurrirse por una grieta que los investigadores comparan con la boca de un
buzón, bromeando solo a medias. Esta ruta, totalmente en tinieblas, es la única
que existe hoy y, según los estudios geológicos, la única que existía cuando se
depositaron los cadáveres. Por el tamaño de los huesos, estos incluyen
infantes, niños, adolescentes, adultos y ancianos. Ninguno tiene marcas de
traumatismo por una posible caída a la fosa, ni tampoco signos de haber sido
devorados por un animal o por su propia especie, como sí sucede en el único
yacimiento comparable: la Sima de los Huesos en Atapuerca
(Burgos). Apenas hay rastros de ningún otro animal excepto unos pocos
pájaros y ratones. En la cueva no hay marcas de crecidas de agua intensas que
podrían haber arrastrado hasta allí los restos. Además aparecen partes de los
cuerpos en perfecta articulación. Con todos estos datos en la mano, la
única hipótesis que queda en pie es la de que alguien los dejó ahí en varios
momentos en el tiempo, dicen los autores del estudio. Un ritual funerario
que hasta ahora sólo se atribuía a humanos más modernos y con más cerebro.
“Tenemos casi todos
los huesos del cuerpo representados varias veces, lo que hace que Homo
naledi sea ya prácticamente el fósil de nuestro linaje que mejor se
conoce”, celebra Lee Berger, paleaontropólogo de la Universidad de
Witwatersrand, en una nota de prensa difundida por las instituciones que han
participado en las excavaciones. Tras el hallazgo, en octubre de 2013, ante un
montón de huesos tan complejo, el paleoantropólogo comenzó a seleccionar un
nutrido grupo de científicos internacionales, la mayoría de ellos jóvenes, para
que le ayudasen en el análisis de cada parte del cuerpo de la nueva
especie.
Los huesos estaban solo
parcialmente fosilizados y algunos
estaban a simple vista sobre el suelo de la cueva. El análisis de los restos y contexto
geológico, publicados hoy en la
revista científica de acceso abierto eLIFE, describe una especie
que hubiera llamado la atención si la viéramos paseando por la calle, pero
que ya no eran simples chimpancés erguidos. Los
australopitecos son el género del que la mayoría de expertos piensan que surgió
el género Homo, aunque hasta hace muy poco había un vacío total de fósiles que
permitiese confirmarlo. Por su morfología, los naledi parecen estar justo en el
límite entre ambos grupos. Medían un metro y medio y pesaban unos 45 kilos.
Aún no habían comenzado a desarrollar un cerebro grande (500 centímetros
cúbicos comparados con los al menos 1.200 centímetros
cúbicos de un Homo sapiens), pero ya tenía un cuerpo
estilizado y rasgos humanos, como la capacidad para andar erguidos o unos dientes
relativamente pequeños. Sus manos tenían ya el pulgar
oponible que permite fabricar herramientas de piedra y sus
pies eran muy parecidos a los de los humanos modernos, solo que un
poco más planos.
El misterio
funerario
Markus Bastir, un
investigador de origen austríaco que trabaja en el Museo Nacional de Ciencias
Naturales (MNCN-CSIC), ha participado en el análisis del tórax del Homo naledi.Junto a Daniel García Martínez, Bastir ha usado tecnología 3D
para reconstruir todo el tórax del naledi partiendo de los fragmentos de
costillas, vértebras y otros fósiles hallados en la cueva de Sudáfrica.
“Nuestros resultados indican que la
columna vertebral y el tronco eran muy primitivos, como los de un
australopiteco”, explica. “Además, las falanges de sus dedos eran curvas, una
adaptación para trepar a los árboles”. Esta mezcla de rasgos es única, lo que
les hace distintos de los Homo habilis (hasta ahora
considerados los primeros miembros del género Homo, aunque por restos muy
escasos) y dignos de que se les
considere una nueva especie, explican los científicos.
Por su morfología, los
responsables del hallazgo sitúan
al Homo naledi justo en el origen del género Homo, en
el punto intermedio entre los australopitecos y las especies plenamente humanas
como Homo erectus. Esto supondría que vivieron hace al menos dos millones de años y les otorgaría
un papel clave hacia la aparición de nuestra especie. Chris Stringer, del Museo
de Historia Natural de Londres, que no ha participado en el estudio, apunta
otra posibilidad muy diferente. ¿Y
si los restos tienen menos de 100.000 años?“Significaría que el H.naledi sobrevivió
hasta hace relativamente poco igual que hizo elHomo floresiensis (hombre
de Flores) en Indonesia, que también combina cerebro y dientes pequeños”,
explica en un artículo de análisis sobre el hallazgo. En ese caso los naledi no
serían nuestros ancestros directos y podrían ser un callejón sin salida en la historia de nuestra evolución.
Descubrimiento polémico
El anuncio de las
excavaciones de la cueva Rising Star, financiadas en parte por National
Geographic, se ha hecho en una rueda de prensa en Londres, la ciudad en la
que estos días se encuentran muchos popes de la paleoantropología que asisten
al Congreso de la Sociedad Europea para el Estudio de la Evolución Humana. Es
posible que el hallazgo tenga allí su primera prueba de fuego, debido a las
muchas preguntas que deja abiertas. ¿Pudo una especie de cerebro tan pequeño
tener la conciencia suficiente como para sepultar a sus congéneres? ¿Cómo
llegaron a la sima en completa penumbra? ¿Por qué no se han podido datar los
fósiles con carbono, ADN u otras técnicas, lo que al menos indicaría un rango
aproximado de su antigüedad?
Para Juan Luis Arsuaga,
codirector de los yacimientos de Atapuerca, el hallazgo es “asombroso”. Sin embargo no comulga con todo,
pues cree que la cueva tenía otra
entrada en el pasado por la que se pudo acceder al límite de la
fosa sin necesidad de luz artificial, lo que descartaría otra de las derivadas
sugeridas por el trabajo: que los
naledi pudieron usar fuego para llegar hasta allí. Kaye Reed, de la
Universidad Estatal de Arizona, opina que sin fechas para los fósiles es
“imposible” situar a esta nueva especie en nuestro árbol evolutivo más allá de
incluirla en el género “Homo”. Duda también de los argumentos del
enterramiento, que sin fechas no son convincentes, dice. “Sus descripciones
están bien pero encuentro que sus conclusiones tienen demasiado celo; muchos
investigadores quieren que su fósil cambie nuestra visión de la evolución
humana. A veces el fósil lo hace y a veces no”, advierte.