Nos
decantamos por una cavidad sin muchas dificultades. En realidad no tiene a
salvedad de la aproximación a su boca, en pleno risco que da al mar. Un
patinazo y te comes no sólo la hierva, sino los cantos rocosos duros como un
pilón. Recordaba yo, en mi tierna juventud, divino tesoro ya pasado como el bus
de hace unos minutos que estoy esperando... -Cachis..., que el camino era más
tortuoso y largo, pero no, en un plis-plas y un "chimpúm" la tropa y
no en tropel, aparecidos y presentados ante la entrada estamos. Doce metros por
encima del nivel del mar. El mar está precioso, tranquilo, dan ganas de
zambullirse, que te abrace bajo su verde esmeralda, pero hoy no toca y eso que
el día es bien veraniego. Nos pega una solana que pasamos calor del bueno.
Pensamos que éramos los únicos, pero
mira tú por donde, que salen del chamizo 6 turistas, que así como exhiben su
cuerpo hermos@ al discurrir frente nuestra, nos llegan otros tantos, pero no
tanto en número ni juventud. -Bienvenidos sean. Alabado sea el Señor.
Superado el ágape, trabajan las fauces
a velocidad, prestos somos a nuestro turno. Pasando uno tras otro, exploramos
recovecos. Admiramos columnas, coladas, banderolas inmensas, espeleotemas de
todas clases, grietas cubiertas de estalactitas. El entorno es dulzón, color
caramelo, color nieve que te invita a paladear.