Una mañana tranquila y
relajada, hemos quedado en mi casa para hacer una de las cuevas más
bonitas de la zona.
Desayunamos juntos Marina,
Gabriel, Félix y yo, tras cambiar de vehículo partimos hacia cala
Varques, a los 10 minutos vuelta a casa, jajá, tanta tranquilidad me
hace olvidar mi mochila, qué le vamos a hacer.
Al llegar decidimos coger
el camino por la cala y bordear la costa, hace un día espectacular y
ciertamente en un día así, ponerse la mochila a la espalda te da la
vida, es un espectáculo ver la cala sin gente, limpio y con el color
del agua tan peculiar. Por muchas veces que la visitas siempre te
hace pararte y contemplarla unos minutos. Seguimos tranquilos por los
acantilados hasta llegar al punto de los anclajes, allí nos ponemos
neoprenos, arneses, cascos etc, mientras comienzo la instalación y
al terminar comenzamos a bajar de dos en dos, este volado es
realmente espectacular con el chapuzón final por añadidura.
Ya estamos entrando en la
cueva, el nivel del agua es bajo y no hay problemas, una vez dentro
hacemos el recorrido por el lago interior, disfrutamos del
espectáculo y de encontrarnos completamente solos en este lugar tan
privilegiado.
Al salir, Marina y Gabriel
vuelven nadando, Félix y yo, remontamos, nos va la marcha, no hay
más.
Recoger, cambiarse y de
vuelta a casa, después de algo así, siempre se vuelve un palmo más
alto, un palmo más ancho, un palmo mas feliz.
Antonio José Tarazaga Blanco